Liar para leer: Más que sushi para degustar

Cuando pensamos en libros exóticos y podríamos decir fueras del canon, se nos viene a la mente ciertos países que tienen las mismas características, posiblemente lejanos de nuestra realidad como Irán, República Dominicana y Rusia, pero hoy nos asentaremos en Japón. Geishas y sol naciente. Karate kid y Oshin. Sushi y Perl Harbor. Hiroshima y Nagasaki. Algunas de las referencias que se nos aparecen en la mente cuando escuchamos la palabra Japón. Poco hemos oído de su literatura, aunque de un tiempo hasta hoy las letras niponas han venido entrando en el mercado del libro de forma lenta pero constante. Digo de un tiempo por que podríamos cifrar a este embarque continúo en la última década, aunque no gracias a nuestro latinoamericano interés sino por un rebote intelectual de otro país, adivine…sí, no se equivoca, la llamada malamente madre patria española es la responsable de un auge en las traducciones de la literatura japonesa.

Hoy podemos encontrar en la mayoría de las librerías, aunque no tan en los anaqueles centrales, diversidad de obras nuevas desde Japón. Muchas de las cuales tienen siglos de estar en circulación en su propio país y otras han salido a flote casi en paralelo en español. Hasta aquí nos detenemos en uno de los personajes que posiblemente sea el culpable de introducir en las masas lectoras – y más aún importante esas personas reticentes a asumir su gusto por la literatura –, las letras niponas: Haruki Murakami. Si ese nombre le suena a marca de auto o sopa, no se preocupe, acá se aclara la película.


Iniciados de Haruki Murakami.
Existe una división del mundo que habla de un occidente y un oriente. Parece ser que todo lo que no entendemos, lo contrario a nosotros y lo extravagante casi siempre termina siendo de oriente. Murakami es japonés pero educado en un país con grandes influencias occidentales, ahí donde muchos autores han tenido que decidir si dejarse llevar por los otros o respetar sus tradiciones. Claramente, este autor apostó por abrirse al mundo y pareciera que sin recelos, aunque no iba solo ya que sus padres, ambos profesores de literatura, posiblemente lo animaron a descubrir autores nacionales pero además otros estadounidenses, profundizando sus elecciones de lectura.



No fue un joven genio que escribió su primera obra antes de salir del kínder, por el contrario probó suertes en otras cosas antes de dar pie a su escritura: estudió literatura y teatro; trabajó de vendedor de discos; y luego fue dueño de un bar-jazz junto a Yoko, su esposa. Y como en toda vida hay quiebres, decidió cerrar el lugar y con el respaldo marital decidió lanzarse a la literatura de lleno. En esta dualidad occidental/oriental parece haberse alejado de los cánones japoneses siendo considerado un hípster literario que se ha transformado en uno de los grandes escritores de literatura posmoderna en el mundo. Disciplinado en su arte, es un runner y prolífico trabajador de las letras.

Sus obras han sido catalogadas de muchas maneras, a veces con ganas de destruir sus palabras y otras de encasillarlo en algún lugar del universo literario. Para no perderse como todo autor, es capaz de avanzar por diversas facetas de su escritura; por lo que encerrar en solo un par de adjetivos lo que escribe es una tarea peligrosa cada obra puede ser la antagonista de otra.

Si quiere iniciarse en Haruki Murakami e ir perdiendo el miedo a la tan exótica, extravagante y extraña literatura japonesa (léase a modo de ironía) tiene varias pistas para dar pie adelante: 
After Dark (248 páginas) que nos instala en la vida nocturna de una mujer que desea alejarse de todo escapándose a un bar para leer y disfrutar de café en la madrugada donde encontrará reminiscencias de Poltergeist, la prostitución normada y el trasnoche en el que a veces somos capaces de sumirnos.
Baila, Baila, Baila (464 páginas) un hotel, un hombre que reflexiona y mucha oscuridad se ciernen sobre esté libro. El protagonista para salir de la depresión que lo tiene envuelto decide salir a buscar un cambio donde encontrará asesinatos, viajes oníricos y una joven que nos recuerda el i see dead people de Sexto sentido.
Sputnik, mi amor (248 páginas) si anda con el corazón revuelto y a pesar que lo niegue le gustan los libros de amor, la primera mitad del libro habla de un profesor enamorado platónicamente de una estudiante la que a su vez está colgada por su jefa ¿Le suena a teleserie?, aguante la segunda mitad donde la desaparición, el viaje y la transformación nos dislocan la idea de amor que teníamos antes de leer.
El tipejo en cuestión ha sido nominado viarios años seguidos al nobel de literatura y es uno de los favoritos de los españoles, porque las traducciones aparecen seguido a la publicación original de la obra, ahora queda preguntarse: ¡¿Cómo es que no lo conocía antes?!

Fanáticos de Murakami.
Lo surreal, bizarro y retorcido aparece en la mayoría de las obras de Murakami. Ya sea con un hombre que puede hablar con los gatos (Kafka en la Orilla), las puertas que aparecen y desaparecen llevándonos a otros mundos (Baila, Baila, Baila) e incluso una rana que quiere salvar el mundo (Después del terremoto). Estos gestos que para varios podrían parecer ganchos comerciales, dotan de un sello particular al autor, sin dejar de tocar temas humanos que a veces nos interpelarán directamente y otras solo nos llevarán a sorprendernos de los demás.
Quedan invitados a compartir sus experiencias Murakamianas, ya sea que se inicia, como adicto a su obra o más aún si es que si luego de leerlo no lo convence. Queda más que recomendada su obra más famosa Tokio Blues (Norwegian Wood) y su último libro de cuentos Hombres sin Mujeres. Haruki Murakami lleva la bandera de la literatura japonesa y es un autor que podemos cruzar para luego visitar otros itinerarios nipones con menos miedo y más curiosidad.


Sebastián Santander
 

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