Probablemente una de las experiencias más dolorosas de la vida es la muerte de algún familiar cercano, esta pérdida sitúa un escenario desconocido donde los recuerdos afloran como fantasmas que exigen un espacio de intimidad. Acá estaba Sufjan Stevens cuando empezó a grabar su último disco “Carrie & Lowell”, dedicado a su madre y su padrastro.
El escenario fue este: Carrie, la madre de Sufjan muere de cáncer al estómago y él desempolva su infancia escribiendo un álbum crudo e íntimo a través de pasajes atmosféricos y ensoñadores donde decide perdonar a su madre por su errático comportamiento producto de desórdenes mentales, abuso de drogas y alcohol en “Death With Dignity”.
Alejado de toda la pirotecnia musical con que sorprendió en sus últimos trabajos, donde la electrónica y los arreglos orquestales fueron la base con la que atrapó la atención mediática que su ingenio necesitaba. (Imposible olvidar la magnificencia que dejó la canción Chicago de su disco Illinois en la película Litlle Miss Sunshine). Stevens decide hacer un disco más personal, volcado a sus raíces folk.
Sufjan, que siempre ha tenido un look extravagante, lleno de colores y accesorios, mezclando camisas, poleras veraniegas y jockeys deportivos, en este disco poco refleja de aquello, todo está más opaco, frágil y melancólico.
Su voz quebradiza, que grabó en un iPhone mientras estaba en una habitación de un hotel en Oregon otorga el contraste necesario para no parecer monótono, logrando sonar cálido y conmovedor en “Should Have Known Better“, “Forth of July” y “No Shade in the Shadow of The Cross”, resaltando la belleza de las melodías que se acompañan entre guitarra acústica, piano y banjo, sin duda alguna este disco es para disfrutar en silencio soltando todo aquello que pudo haber sido doloroso pero que ahora reclama un espacio de paz y tranquilidad.
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