Lo que ocurre con Pharrell es un fenómeno extraño, pero no por eso malo: cuando se alza una figura ligada a la moda, al ícono «cool», automaticamente visualizamos a un tipo lejano, casi flotando por las calles vestido con lo último de las grandes casas creativas, con la mirada perdida tras unos lentes oscuros para pasar desapercibido.
Pharrell no. Pharrell no es eso. Pharrell podría ser el amigo bonachón que tuviste en la universidad. Podría ser el ex buena onda de tu hermana. El tipo diferente que hacía música. El tipo con estilo, pero que más allá del estilo, es carismático, de piel, el que te saluda con un abrazo. Pharrel Williams ha sido elegido como «ícono de la moda» por el Consejo de Diseñadores Americanos, los cuales le entregarán esta distinción en junio de este año, pero lo que más llama la atención es lo que ha dicho su presidenta: “Si cool fuera una persona, sería Pharrell (…) no solo por sus looks y su sentido del estilo, sino además por su amabilidad y su visión amplia. No puedo imaginar a nadie que no caiga cautivado con él”
Y este es el gran valor de Pharrell: además de ser un tremendo productor, de esos que solo se apuntan con trabajos que se convertirán en un buen producto, además de tener presencia en shows de talento donde siempre destaca por la forma de trabajar a sus elegidos, en los cuales prioriza el fortalecimiento de sus propios destellos más que el hacerlos brillar a través de su luz, dejando de lado sus sombreros gigantes, sus trajes de alfombra roja donde muestra las pantorrillas y sus relicarios kitschs, Pharrell Williams es un tipo que ha expandido más allá de la moda el significado de «cool», porque para ser cool ya no basta solo vestirse bien y ser un rockstar, si no de provocar sensaciones y percepciones mucho más sencillas, atraparlos a todos a través de lo intangible, y que ese intangible sobre el resto de las personas se perciba como algo agradable, magnetico, «cool». Ser el amigo bonachón, ser el ex buena onda de tu hermana.
@Mparrowski
Marcelo Parra
Marcelo Parra