No se trata de decir que ahora los hombres usan barba. Sería una ingenuidad plantearlo así. Lo que sí podemos pensar es que cambia lo que significa llevar hoy una barba tupida. Si en los ‘70 el estereotipo de los hombres con barba podía ligarse a la rebeldía, al hippismo o al rock, o si en los ‘90 la barba de tres o cuatro días era una forma de estar prolijamente desprolijo, las barbas actuales son sinónimo de estilo y sofisticación. Un ejemplo más de que el hombre elige su estética y no solo eso: es capaz de dedicarle tiempo y dinero a su cuidado personal. En este caso, hablamos de hombres que retoman la costumbre de ir a la barbería y que, por ejemplo, usan shampoo y aceites especiales para cuidarla.
Arquitectos, diseñadores, chefs, bartenders, fotógrafos, cineastas, pero también gerentes de empresas: puede trazarse un perfil bastante claro de quiénes son los que más la usan. Preguntarle a cada uno de ellos por qué se la dejaron deriva siempre en una respuesta sencilla, que podría resumirse en “Me gusta como me queda”. Pero los ciclos de las modas son mucho más complejos. Hay estudios que muestran la relación directa entre las barbas tupidas, los procesos de selección natural (como un refuerzo inconsciente de la masculinidad) y las crisis económicas (por ejemplo, la de los años 30 en Estados Unidos derivó en un uso masivo de la barba). Y muchas veces la decisión estética que se toma hoy se gestó un par de años antes en campañas publicitarias. “La barba siempre perteneció a un pequeño grupo de intelectuales o eruditos –explica Fabián Medina Flores, productor de modas–. Se instaló hace 3 años en las pasarelas, hace 2 años en las campañas gráficas, y ahora llegó a nosotros. Es un símbolo de los hombres con estilo”, dice Medina Flores, que emparenta esta moda con la vuelta a la sastrería y al uso de chalecos en la ropa más urbana y casual.
En Argentina, muchas peluquerías se convirtieron también en barberías, por clientes dispuestos a pagar casi lo mismo por un corte de pelo que por un corte de barba. “Atiendo cada vez más hombres, sobre todo de 30 o 40 años”, dice Fernando Elo, dueño del Salón Berlín y de una barba bien frondosa. El Salón Berlín nació hace casi 15 años en Palermo, y ahora es uno de los símbolos de esta reconversión: atiende solo hombres, tiene una barra para servir tragos a los clientes y muchos de ellos van solo para recortarse la barba. “No me gusta decir que son solo los ‘hipsters’ los que usan la barba. Me parece que esta moda excede eso”, dice Elo, que recomienda usar shampoo y crema de enjuague como cuidados básicos, pero también aceites y peines. “Es una moda que se fue imponiendo, una manera de llevar un estilo particular”, dice Elo. Por eso la frase inicial: decir que volvieron las barberías sería una manera incompleta de ver este fenómeno. Lo que pasa en el Salón Berlín sirve como ejemplo: objetos vintage, un pote enorme de Lord Cheseline, un barbero tatuado, una barra que despacha tragos, el tac tac insoportable de una mesa de ping-pong, jazz desde los parlantes y Matías –un arquitecto– echado en el sillón para emprolijar su barba.
Diego Geddes